viernes, 11 de junio de 2010

Capitulo II.- Ají tití



El mundo de los niños es muy diferente al mundo adulto, aún existan asnos que sigan con la creencia de que los infantes son hombres y mujeres pequeños, sin tornar en cuenta lo diferente que es en cada uno la percepción del mundo real.

Doña Chica, la madre de Sirica, Pesadilla de muchos años para Danielito, vendía cerezas por jarra: un cuarto de jarra de una libra de salsa. lo cotizaba lleno de cerezas en un centavo, de ahí que en tiempos de esa sabrosa y agridulce fruta, la entrada delantera de la casa de Doña Chica se mantuviera repleta de niños que procuraban comprar su porción de cerezas.
El afortunado Danielito siempre tenía centavos que disponer para
estos menesteres, así que cada día era de los primeros en tocar la puerta
pedir con grito estridente:
-¡Un chele de cerezas!
- ¡calla, carajito bocón que ya te oí!
-¡me da muchas!
- ¡claro, un chele, toma!

Eddy era hasta esos días la prima menor de Danielito, tan traviesa y maliciosa como un aula de estudiantes indisciplinados. Esta sabia del especial agrado que a Danielito causaban las cerezas, pero también que éste aún no conocía la planta que la producía. La escasa edad del infante y su inocencia le llevaban a comparar las cosas e identificarlas por formas: colores, por esto Eddy ideo jugarle una broma muy pesada.

Eran alrededor de las 10:00 de la mañana hora ideal para bajar a la zurza y darse un delicioso baño: la zurza estaba a escasamente medio kilómetro de la vivienda de la” Vieja Prieta”. El sector se denominaba “Los Manguitos” y se hallaba ubicado en el Barrio Capotillo de Santo Domingo.

Se trataba de una barriada entre cañadas y río: una cañada por el Norte, una cañada por el Este, el río Isabela u Ozama por el Oeste. ¡Un río con dos nombres! Eso nunca logró entenderlo Danielito.
Eddy invitó al inocente, previo haber conseguido el permiso de la abuela. Danielito aceptó gustoso. Tomaron el angosto camino, ella delante el pequeñito de carita redondeada, orejas pequeñas y paradas hacia delante, detrás, dando pasos y brinquitos tímidos. Todavía se podía escuchar el cantar de los pájaros, mezclado con el croar de las ranas y sapos entre la aún espesa vegetación que podía observarse. La respiración del chiquillo se agitaba; el descenso era cada vez más difícil, la brisa jugueteaba con su pelo negro-rojizo, maltratado por el sol: el ruido de las olas. a se podía escuchar cercano: - ¡Por fin! ¡Quítate el pantalón y al agua tiguerito
Fue un baño delicioso, pero poco duradero: el momento del ascenso
llegó: Eddy) tomó al niño de la mano comenzó a subir; por momentos se
detenían, descansaban y nuevamente a caminar

-¿Dani, quieres cerezas?
-¡Sí tu me las compras!

- No hay que comprarlas, pues allí delante hay una mata llenita y que no es de nadie, Cuando lleguemos, puedes tomar las que quieras.-
El inocente comenzó a imaginar el sabor agridulce de la fruta, la boca se le hizo agua y sus pasitos se aceleraron de tal modo que ya iba delante de Eddy.
¡Hey! ¡Para, para! ¡Te pasaste! - Se deslizó con premura e interrogó:
- ¿Dónde está la mata? Eddy hizo un leve giro a la izquierda se adentró un poco entre los arbustos: - ¡Ven, no te quedes ahí! ¡Aquí está la mata! –
Danielito entró de prisa y allí estaba la planta, verde, hermosa, llena de frutos rojos y redondos, a lo que asombrado exclamó: -Cuántas cerezas!
Eddy reclamó: -¡Oh! ¿Ahora te va queda’ parao’! ¡Come! — El niño tomó una fruta y notó que era más arrugada que las que vendía Doña Chica: ¿pero estas no son iguales que las otras? Eddy motivadora agregó: -Pero son cerezas! ¡Come, come!...
El niño solidario pero un poco dudoso aún preguntó: ¿por que tú no comes? ¡Coge también tu y come! Eddy estiró sus manos, tomó una fruta la llevó a su boca. Danielito la imitó y mordió la fruta con deseo, sus ojos enrojecieron, humedecieron, la expresión de alegría se borró de repente, escupió y luego con un grito desesperado: - ¡Mamá! - Miró al suelo, tomó piedras, pero cuando quiso lanzarlas contra Eddy, ya ésta iba lejos, corriendo y riendo a carcajadas.

Al rato.- ¿Por qué llora Danielito? - Preguntó la abuela Eddy fingiéndose inocente dijo: -Yo no sé.
— ¡vaya a alcanzarlo! ¿Cómo lo deja usted subir sólo por ahí?
Sin embargo ya no era necesario, pues ya había llegado entre lágrimas y pasándose desesperadamente las manos por la boca explicó cómo pudo lo que aconteció. La abuela reaccionó indignada, pero Eddy pudo escapar de los azotes.
Llegada la tarde, creyendo todo olvidado, Eddy tomó sus muñecas y otros juguetes, para jugar fantaseando. La abuela estaba extrañada y para si se preguntó: ¿Dónde estará ese diablito?
Eddy jugaba imaginándose ama de casa, hablando consigo misma, mientras fingía las voces de sus amigos imaginarios, a la vez que simulaba cocinar en su anafito de plomo: en sus vasijas de juguete se observan frutas rojas de diferentes tamaños y formas que hacían las veces del supuesto alimento que aquella madrecita de fantasía preparaba para su familia.
Unas manitas delicadas aparecieron repentinamente delante de sus ojos;
frotando fuertemente entre ellos y el resto de la cara de Eddy frutos rojos,
como machacados por piedra. El grito no se hizo esperar: - ¡ay mamá! ¡Este maldito! ¡Aaah!
¿Qué paso?
- Qué le hice comer cerezas de la que ella me dio. Eddy incómoda, llorando exclamo: - ¡Qué maldita cereza, eso no es cereza, eso es ají titi!
- ¡Oh, ahora no son cerezas! - Exclamó el niño.
La abuela, sonriendo, pero fingiéndose indignada hizo ademanes de dar unas nalgadas al bellaco, al cual les parecieron caricias, mientras disfrutaba maliciosamente su venganza.
¡Pero dale azúcar como a mí!- a lo que Eddy grito: ¿Azúcar en los ojos? ¡Ese maldito! - Danielito con mucha calma y naturalidad, como quien analiza, decía: - ¡ají Pipí ¡Ají Titi! ¡Oh, pero hay redondos, larguitos!.. ¿Mamá, hay ají larguitos?

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